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Benjamín Abarca
Médico de Familia del Centro de Salud Sagrado Corazón (Lugo).
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Alicia Armentia
Jefa de la Unidad de Alergología del Hospital Río Hortega (Valladolid).
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Carmen Ayuso
Jefa del Servicio de Génetica de la Fundación Jiménez Díaz (Madrid).
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Jacinto Bátiz
Jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios (Vizcaya).
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Luis Beato
Jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital de Ciudad Real.
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Enric Benito
Paliativista y vocal de la directiva del Colegio de Médicos de Baleares.
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Miguel Bernabé
Médico de la Unidad de Rescate Medicalizado en Montaña del 061 de Aragón
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Mercè Boada
Fundadora y directora médica de la Fundación ACE-Instituto Catalán de Neurociencias Aplicadas (Barcelona).
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Antonio Campos
Catedrático de Histología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada.
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Verónica Casado
Médico de Familia en el Centro de Salud Parquesol (Valladolid).
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José Castillo
Jefe del Servicio de Neurología en el Complejo Hospitalario de Santiago de Compostela.
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Luis Fernández-Vega
Jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Central de Asturias.
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Fernando González del Valle
Jefe del Servicio de Oftalmología del Complejo Hospitalario La Mancha Centro.
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Ana Lluch
Jefa del Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico Universitario de Valencia.
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Ana Mañas
Ex jefa del Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital de La Paz (Madrid).
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Juan Martínez-León
Jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular en el Hospital General de Valencia.
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Xavier Montalbán
Director del Centro de Esclerosis Múltiple de Cataluña (Barcelona).
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Santiago Moreno
Jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal (Madrid).
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Aurora Navajas
Presidenta de la Asociación para la investigación y docencia en oncología pediátrica del Hospital Universitario de Cruces (Bilbao)
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José Antonio Otero
Jefe del Área de Gestión Clínica de Enfermedades Infecciosas del Hospital San Pedro (Logroño).
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José Pérez Bernal
Director de trasplantes del Colegio de Médicos de Sevilla
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Jorge Quiroga
Director del Departamento de Medicina Interna de la Clínica Universidad de Navarra.
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Juan Carlos Robles
Coordinador de trasplantes del Hospital Universitario Reina Sofía (Córdoba).
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Luis Humberto Ros
jefe del Servicio Radiodiagnóstico en el Hospital Universitario Miguel Servet (Zaragoza).
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Josep Tabernero
Director del Valle de Hebrón-Instituto de Oncología (Barcelona).

Ana Lluch
"Treinta años después, aún lloro con mis pacientes"
Su primera batalla fue convencer a sus propios padres de que estudiar Medicina no era algo reservado para los más pudientes, sino a los más vocacionales. Ana Lluch, jefa del Servicio de Oncología Médica del Clínico Universitario de Valencia, explica que desde muy pequeña tuvo claro que quería estudiar Medicina, aunque era consciente de la dificultad de poder hacerlo “porque por la situación económica de mi familia necesitaba trabajar cuanto antes para poder ayudar en casa. Mi vocación era ayudar a la gente, mi deseo estudiar Medicina y mi primera batalla, convencer a mis padres que creían que esta carrera era para gente con recursos económicos. Mi primer reto fue romper mitos y estereotipos que propugnaban estudiar Medicina solo para gente con recursos, y no para quienes quisieran hacerlo”.
Y lo consiguió. El devenir de la vida le llevó luego a dedicarse a la investigación en cáncer de mama, pero sin perder de vista a los pacientes. “En toda mi labor investigadora -explica- siempre he tenido presente la ayuda a los pacientes con cáncer; ésta ha sido mi finalidad básica y la razón de ser de mis proyectos”. Y es que Lluch rezuma empatía y cercanía hacia los pacientes; reconoce que tras treinta años de ejercicio profesional aún sigue llorando con ellos ante su dolor.
“No tengo un momento concreto especialmente amargo en el ejercicio de mi profesión sino muchos momentos verdaderamente amargos cuando tengo un diagnóstico donde la supervivencia de la paciente es escasa y al mismo tiempo conoces sus ilusiones, sus esperanzas, sus temores y tienes que gestionar cómo trasladar una información veraz al tiempo que sin cortar su ilusión de vivir y sus esperanzas en que así sea. Para implicarse realmente con las pacientes hay que escuchar sus angustias, sus miedos y sus esperanzas. Conocer sus vidas familiares y su entereza para afrontar y tratar de superar la difícil situación en que se encuentran de pronto. “Intentando ponerme en su lugar, aún sigo llorando con mis pacientes. Llevo más de treinta años ejerciendo la Medicina y no me acostumbro, ni quiero acostumbrarme a insensibilizarme ante su dolor, aunque ello me produzca amargura y tristeza, que comparto con ellas, al tiempo que procuro darles la mayor seguridad en sí mismas de que soy capaz. Y para ello no hay recetas concretas”, explica.
Pese a la tristeza que esta implicación conlleva, Lluch tiene claro que entre los recuerdos “más felices de mi vida, después del nacimiento de mis tres hijos, está el día en que entré por primera vez a la Facultad de Medicina. Lo viví como se vive un sueño largamente esperado, como algo inalcanzable, como la consecución de una meta esperada con una infinita ilusión. También un momento muy feliz fue cuando me concedieron la Medalla de Oro de la Universidad de Valencia”.
“No me acostumbro ni quiero dejar de ser sensible al dolor del paciente, aunque eso me genere tristeza”
Y es que, entusiasta en su actividad, cercana con los pacientes y comprometida con la sanidad pública, Lluch dice haber visto cumplidas sus expectativas profesionales: “Sin lugar a dudas, yo tenía claro que quería dedicarme a la medicina pública por entender que el derecho a una salud igual para todos y de la máxima calidad era algo absolutamente incuestionable para mí. En mis objetivos nunca estuvo el de ganar más dinero, sino sentirme afortunada en mi trabajo porque en la vida uno tiene que desarrollar lo que le gusta. Hay que levantarse para vivir con plenitud desde el principio del día, desde el momento en que te despiertas, y no esperar a finalizar la jornada laboral para empezar a vivir y disfrutar de la vida”.
A las nuevas generaciones de médicos les deja un consejo: que recuerden que “tan importante es su profesionalidad como la necesaria capacidad de comunicación y empatía con el paciente”.
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