Este amor confeso por su ciudad y por el esquí combinado con su vocación por la Medicina -”tenía claro que quería ser médico y desde pequeño es lo que decía en casa”, confiesa- dio como resultado su profesión actual, médico de montaña, que no existía, pero que Bernabé Carlos ha ayudado a crear y definir. “Cuando acabé la carrera, la Universidad de Zaragoza empezó a ofrecer cursos de especialización en asistencia médica en la montaña. Y ya me lié y no hay mucho más que contar. Jaca es pequeño y conocía a varios guardias de rescate con los que estoy trabajando ahora”.
Pero, sin ánimo de llevarle la contraria, si algo tiene este profesional de alta montaña son historias que contar, aunque el halo de normalidad con el que insiste que rodea su labor le hace hablar con mucha prudencia y sin ningún dramatismo de cuestiones que entiende que son la vida, sin nada más que añadir. “Recuerdo el primer rescate que hice. Había ido a escalar en hielo con unos guardias y uno de ellos tuvo un accidente, así que intervine. Pero fue todo muy natural”.
Es un tópico hablar de la soledad en la montaña, pero no por ello menos real. Lejos de ambulancias, salas de urgencias de hospitales, consultas llenas y pasillos con camillas, Bernabé Carlos llama la atención sobre la soledad con la que se encuentra en el rescate a personas a cientos y miles de metros de altitud. “Tienes que estar muy espabilado. Los libros allí arriba no sirven para nada. Todo lo que ponen, lo tienes que dejar aparte, pero tienes que saber lo que dicen para justificar por qué no has hecho lo que se supone que tendrías que haber hecho. Tus compañeros no son los enfermeros, ni los auxiliares, ni otros médicos. Allí arriba son los amigos del accidentado o el guardia civil, quienes te tienen que ayudar a preparar una analgesia, por ejemplo, mientras estás colgado de una cuerda”.
“No he podido tener un plan para hacer esto porque la profesión y yo hemos coincidido en el tiempo”
Uno de los momentos más satisfactorios de su vida profesional fue cuando el 061 de Aragón pasó a encargarse de la atención médica en las montañas; es decir, de la labor que ya estaba desarrollando el facultativo junto a un grupo de pioneros. “Empezamos de una manera muy artesanal. Éramos cinco y ahora somos diez. De esos cinco iniciales sólo quedamos dos. En esos comienzos hubo momentos muy duros”.
¿Alguna recomendación específica para aquellos que se quieran dedicarse a la Medicina de montaña? “Aquí no puedes estar por una motivación económica, ni de prestigio, tienes que estar porque te gusta. No me vería haciendo otra cosa, pero tampoco podría decir que estoy aquí por los amaneceres que se ven en la montaña. No sé si es vocación o no. No he tenido un plan definido para hacer eso. No lo he podido tener, porque la profesión y yo hemos coincidido en el tiempo. Hemos nacido a la vez. A quien quiera dedicarse a eso le diría que le tiene que gustar, porque cuando tengas días malos, que los hay como en cualquier sitio, pues los vas a llevar mejor”. Advierte así de los días de tormenta.
- Anterior
- Siguiente